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Paquetes de miseria (IV) | CLAP: clientelismo político sin rubores

“Nuestro deber, además de servir a la comunidad y custodiar la comida, es apoyar al gobierno y ser voceros de su proyecto”, relata la delegada del gobernador del estado Vargas para la distribución de alimentos a precios subsidiados en el sector Las Perlas, en Maiquetía 
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El día de la distribución y entrega de comida a través de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), es uno de los más “anhelados” en el sector Las Perlas del barrio El Rincón, ubicado en la parroquia Maiquetía del estado Vargas. Así se percibe en el lugar cada vez que llega el camión de la Guardia Nacional (GNB) con los alimentos a precios subsidiados por el gobierno.

“¡Llegó el camión! ¡Llegó el camión!”, vociferan habitantes del sector cuando ven aproximarse el vehículo militar en la calle Las Perlas. Todos  corren de un lado a otro, cuando el sol es más abrasador. Es la 1:05 pm. 24 de enero de 2018.

—Sí mi’ja, si es verdad. Llegó la comidita. ¡Ay gracias papá Dios. Tanto pedírtelo! A mí ya no me quedaba nada en la casa— le comenta Graciela a María, su vecina, mientras junta las palmas de sus manos en señal de agradecimiento.

—¡Al fin! Mi nevera también está vacía. Pero, ¿llegaría la caja o la bolsa?— pregunta María.

—La verdad es que no sé. Pero lo que sea nos ayuda porque ahorita no se puede comprar comida en la calle. Nada más una pasta te sale en 120 mil bolívares, o sea el doble de lo que cuesta la bolsa— responde Graciela.

—Bueno… Ojalá que sea la caja, porque al menos trae granos y atún.

—No vale, mejor la bolsa que trae harina pan, contradice María.

Ambas son amas de casa. Graciela tiene 73 años de edad. Es pensionada y vive con su esposo. Su vecina alcanza los 64 años y se gana la vida vendiendo helados caseros. Graciela y María aseguran que dependen del “combo socialista” para obtener alimentos de primera necesidad porque en los supermercados de la región escasean los rubros y los revendedores tienen precios muy altos.

Anteriormente, la jornada de los CLAP era casa por casa y se hacía puntualmente cada 15 días. “Pero todo eso ha cambiado”, cuenta Graciela. “Ahora uno tiene que esperarse más de un mes, como si uno no comiera todos los días. Hay que rendir esa comida”, dice.

Los bultos de comida llegaron al barrio «El Rincón» el 24 de enero de 2018| Proiuris

Una distribución improvisada

¡Por favor las voceras del Clap!, exclaman unos vecinos. Migdalia (*), Robmery (*), Olga (*) y Edilmar (*) caminan rápidamente hasta acercarse al camión de la GNB. Todas llevan lápiz y papel en sus manos.

“¡Atentas pues! Rápido, rápido”, dice Migdalia, -jefa del Clap en representación de la UBCH- mientras chasquea sus dedos. “¿Quién hace el conteo? ¿Edilmar tú vas a anotar la comida que van bajando del camión? Pendiente con lo que está roto. Robmery hay que estar pilas, cuenta lo que llegue”, insiste.

Todos quieren participar. Además de las voceras del CLAP, se acercan las llamadas “patrulleras” o jefas de calle  y decenas de vecinos. Algunos quieren cerciorar que la entrega de la comida se haga lo más transparente posible. “Yo no confío en estas señoras”, dice Roberto en voz baja aludiendo a las responsables del CLAP.

En el lugar hay dos funcionarios de la GNB que custodian la llegada de los alimentos y diez ayudantes (caleteros) de la Fundación Vargas Alimentos (Fundalvar), organización con sede en el Puerto de la Guaira que fue creada por el gobierno local para supervisar y controlar la adquisición y distribución de alimentos CLAP en el estado Vargas.

A la 1:24 pm comienzan a  descargar los bultos de comida: pasta, harina de maíz, arroz y azúcar. Los voceros de Fundalvar cuentan una cantidad de alimentos que no coincide con la verificada por los miembros de los comités de abastecimiento.

—¡Ya va! No sigan descargando que aquí hay 46 bultos de arroz y debería haber 54— dice Robmery.

—¿Cómo que 46? Si nosotros contamos y estaban completos— le refuta uno de los caleteros.

—Estén pendientes. Pendientes del conteo. Que no nos falte nada. Vamos a mantenemos organizados hay 46 bultos—, interviene Migdalia e inmediatamente le pide a Olga, miembro del Frente Francisco de Miranda, que se encargue de recontar los alimentos.

Representantes del CLAP verifican que no hayan paquetes rotos

Todos prestan colaboración para contar nuevamente los rubros: vecinos, voceros del CLAP y hasta niños. Tras 20 minutos de discusión, acuerdan que el listado emitido por la jefatura civil -entidad que interviene en la entrega de los alimentos en conjunto con Fundalvar- concuerda con la cantidad de alimentos entregados.

Posteriormente, los alimentos son trasladados hasta el centro de acopio del sector: la casa de Migdalia. Allí, las representantes del CLAP deben organizarlos y volver a verificarlos. Dos horas más tarde, colgaron en algunas  paredes de la comunidad un aviso:

“Rubros:

  • 5 Harinas

  • 2 Pastas

  • 1 Azúcar

  • 1 arroz

  •  2 mantequillas

Costo: 60.000 Bs. Venta hasta el día 29-01-2018”

«Cada quien que traiga su bolsa porque no nos trajeron», advierte una de las voceras. Los rubros del combo son los producidos por empresas Polar. La modalidad de pago es en efectivo. Y los habitantes del sector tienen un lapso de cinco días para comprar.

Vecinos de la comunidad participan en el conteo de los alimentos | Proiuris

Política “roja rojita”

“Esto no es fácil. La gente cree que por ser jefe de CLAP tienes beneficios. Pero que va. Mantener el control y el orden es muy difícil. Todo el mundo quiere opinar y nadie hace nada”, cuenta Migdalia (*) quien lleva más de dos años al frente de la distribución de alimentos.

Fue elegida “por el propio gobernador”, así lo asegura. Y aunque acepta que hay muchos errores en la estructura, sigue aferrada a sus convicciones chavistas. “La distribución del CLAP tiene irregularidades. Pero muchas veces nosotros evitamos decirlo por las consecuencias que trae. Sencillamente hay cosas que se nos escapan de las manos. A veces, el Presidente dice que la repartición es cada 15 días pero todos sabemos que no es así. La realidad es otra”, admite.

Migdalia tiene 57 años de edad. Y casi 20 años siendo fiel a las líneas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Afirma que todo lo que se relacione al CLAP “es político”. “Es parte de la estrategia de este gobierno. Nosotros nos constituimos en una Asamblea Política. Todos pertenecemos al PSUV y nuestro deber, además de servir a la comunidad y custodiar la comida, es apoyar al gobierno y ser voceros de su proyecto”, reitera.

Asevera que nadie la puede remover de su cargo. Solo el gobernador. “Nosotros somos como los caballitos de batallas del gobernador. Le hacemos todo. Desde movilizar gente en los centros durante elecciones hasta dirigir cualquier actividad social”, recalca.

Las 321 familias que reciben los alimentos subsidiados en el sector Las Perlas del barrio El Rincón llevaban más de cuatro semanas de espera. La última vez fue el 26 de diciembre. La venta se hizo en la calle a petición de un grupo de vecinos que cuestionaba el trabajo de los miembros del comité de alimentación quienes les prometieron cajas CLAP pero hasta ese día, no había respuesta.

“Todos estábamos bravos. En plena navidad y no había llegado el CLAP. La promesa era que se iba a entregar la caja que trae más alimentos pero lamentablemente, no alcanzó para todo el estado Vargas y el jefe civil optó por distribuirnos bolsas para no dejarnos sin comida”, relata Migdalia y comenta: “yo quería mi cajita porque me cajita trae más comida pero teníamos que aceptar la bolsa si era la que había. Nosotros no podemos ponernos brutos porque comida no hay en ninguna parte y sea lo que sea eso ayuda”.

Las cajas CLAP que algunas veces venden en el sector Las Perlas incluyen: 3 kilos de arroz, 6 pastas de 200 gramos, un litro de aceite, 3 latas de atún, 1 salsa de tomate, 1 mayonesa, 1 kilos de lentejas, 2 de caraotas, uno de azúcar, medio kilo de leche y dos harinas de maíz.

Ese día un grupo personas protestaron en Las Perlas por la poca periodicidad en la entrega de los combos. Cerraron las calles. Estaban descontentos. Querían cajas y no bolsas. Hubo golpes, peleas, hasta se escucharon disparos. Algunos vecinos resultaron heridos con moretones. La respuesta a la protesta fue la entrega de bolsas de alimentos.

Este mes de febrero tampoco se sabe qué venderán. Ni siquiera los representantes del CLAP tienen idea. La gente de la comunidad solo se pregunta: ¿Cuándo llegará la comida?

(*) Nombre ficticio

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