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“Las bombas lacrimógenas se usan como armas letales”

Mónica Kräuter, investigadora y profesora de la Universidad Simón Bolívar, quien en 2017 realizó una tesis doctoral sobre el uso del gas lacrimógeno en las manifestaciones, advirtió que los patrones represivos de los cuerpos de seguridad violan normas nacionales e internacionales y comprometen la salud y la vida de las personas
Reporte Proiuris
Erick S. González Caldea

La lluvia de bombas lacrimógenas se prolongó ininterrumpidamente, al menos, durante nueve horas. Además del efecto asfixiante y enceguecedor del humo blanco, los  que se acercaron la base aérea La Carlota para apoyar el alzamiento militar del 30 de abril tendrían que esquivar las bombas disparadas directamente contra las personas, como si fueran balas.

Lanzar lacrimógenas durante más de treinta minutos y directamente contra las personas constituye una evidente y grave violación de las normas nacionales e  internacionales sobre el uso de este tipo de armas químicas en el control de alteraciones de orden público. Sin embargo, la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana repitieron las prácticas represivas de 2014 y 2017, que amenazan los derechos a la vida  y la integridad física.

 “Está más picante que nunca”, expresó una mujer  que fue auxiliada por su hija. La lacrimógena le cayó a pocos metros de distancia, justo cuando intentaba alejarse del Distribuidor Altamira de la autopista Francisco Fajardo. Ello a pesar de que el Manual de actuación de los cuerpos de policía para garantizar el orden público, la paz social y la convivencia ciudadana en reuniones públicas y manifestaciones, estipula, en sus disposiciones generales: “No utilizar la fuerza contra las personas que huyen o caen mientras corren”.

Para la investigadora de la Universidad Simón Bolívar, Mónica Kräuter, las fuerzas de seguridad del Estado tienen la intención de causar el mayor daño posible mediante el uso desproporcionado de las armas para el control de las manifestaciones públicas; en este caso, las bombas lacrimógenas. “Muchas de las bombas que son lanzadas contra los manifestantes como proyectiles. Además, no se saben de qué están compuestas. Se han usado para hacer el mayor daño posible”, sostuvo.

Kräuter realizó su tesis doctoral sobre el uso del gas lacrimógeno durante las manifestaciones de 2014 y 2017, y advirtió que los componentes químicos del alfa-cloroacetofenona (CN), orto-clorobencilideno malononitrilo (CS) y el gas pimienta (OC) —los gases usados en el país — pueden transformarse en componentes dañinos para la salud.

La profesora Mónica Kräuter enfatizó que las fuerzas de seguridad del Estado no cumplen con los protocolos para el control del orden público | Foto: Archivo.

“El gas CS con el tiempo, el calor y la humedad se hidroliza produciendo clorobenzaldehído y malononitrilo, este último a su vez también se hidroliza generándose cianuro de hidrógeno que es muy tóxico y, por encima de concentraciones tolerables, letal. La descomposición del gas CS produce también cianuro, ácido clorhídrico, óxidos nitrosos, monóxido de carbono, cloro, acetileno  y  fosgeno  entre  otros,  todos  ellos  con  toxicidades  asociadas”, sostuvo la profesora.

Enfatizó que cuando realizó el estudio, en 2017, descubrió que 80% de las bombas lacrimógenas usadas en las protestas estaban vencidas, por lo que no descarta que las usadas recientemente también lo estén. “El tiempo útil de una bomba lacrimógena CS vencida es de 5 años, como máximo. Entonces, por su mal uso, en Venezuela las bombas lacrimógenas se usan como armas letales”, dijo.

Pernalete en la memoria

El artículo 68 de la Constitución establece: “Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar, pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley. Se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de manifestaciones pacíficas. La ley regulará la actuación de los cuerpos policiales y de seguridad en el control del orden público”.

El uso proporcionado, progresivo y diferencial se la fuerza es otro principio que se volvió a violar en las manifestaciones del 30 de abril y el 1° de mayo, pues los funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado no usaron bombas lacrimógenas para disuadir sino para reprimir alevosamente, tal como lo constató directamente Proiuris durante ambas jornadas de protestas.

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Kräuter destacó que las bombas lacrimógenas, en sí mismas, no son letales. Sin embargo, su uso excesivo y agresivo las convierte en armas mortíferas. “¿Qué las hace letales? Por ejemplo, lanzarlas a menos de 50 metros de los manifestantes, como ocurrió en el caso de Pernalete. Cuando personas con asma, hipertensión o alérgicas las inhalan; cuando no cesa el bombardeo contra los manifestantes, entonces sí, son letales”, advirtió.

Juan Pablo Pernalete era el estudiante universitario y deportista de 20 años de edad, asesinado el 26 de abril de 2017 por el impacto de una bomba lacrimógena lanzada por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana.

La experta destacó que las fuerzas de seguridad del Estado usan lacrimógenas para impedir las concentraciones de personas en lugares públicos, o para impedir su avance, como ocurrió cuando un grupo de manifestantes de oposición, encabezados por el presidente de la República encargado, Juan Guaidó, intentó marchar hacia el oeste de Caracas, y la Guardia Nacional les trancó el paso en el trayecto por la avenida Francisco de Miranda, antes de llegar a Chacaíto.

 “Los estándares internacionales solo autorizan el uso de armas químicas en caso de manifestaciones violentas. Pero, en Venezuela las bombas son usadas con el fin de impedir las concentraciones pacíficas. Lanzar el gas a tan poca gente, en grandes cantidades, de manera continua y por tiempo prolongado (más de treinta minutos), también representa una violación a sus derechos y puede llegar a ser mucho más peligroso”, enfatizó.

Señaló que dispararlas a los manifestantes cuando están en retirada de la zona de conflicto, así como utilizarlas para perseguirlos y emboscarlos está prohibido. De igual manera, no se deberían lanzar directamente hacia zonas residenciales, centros educativos y de salud, ni lugares cerrados.

En 1993, Venezuela firmó la «Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y Uso de Armas Químicas y sobre su Destrucción», que entró en vigencia el 29 de Abril de 1997, ampliando así el Protocolo de Ginebra de 1925, donde se establece que las bombas lacrimógenas son un tipo de arma química no letal en la categoría de «agente lacrimógeno».

Para Kräuter el Estado venezolano ha violado el acuerdo persistentemente, no solo por usar las bombas lacrimógenas en manifestaciones no violentas, sino también por usarlas como proyectiles contra manifestantes y en lugares públicos cercanos a hospitales y escuelas.

Importación de muerte

Kräuter ha determinado que muchas de las bombas lacrimógenas usadas para reprimir manifestaciones no tienen un origen rastreable. “De las bombas con identificación, descubrimos que las más empleadas fueron las del tipo 1, fabricadas en Brasil, marca Condor (72%), seguidas por las fabricadas en Venezuela, marca CAVIM (21%), luego las de procedencia desconocida tipo 4 (5%) y finalmente las granadas de mano (2%) fabricadas en Estados Unidos por Federal Laboratories”, precisó.

Destacó que 100% de las bombas lacrimógenas marca CAVIM no reportan ni la fecha de fabricación ni la de caducidad por lo que no puede a simple vista conocerse su tiempo de vida útil, pero sí reportan el tipo de gas que las compone, siendo en su totalidad el CS.

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Explicó que, en algunos casos, las bombas colectadas en los sitios de represión no tenían identificación ni origen. “Teníamos un grupo de bombas que no pudimos clasificar. No se sabe la procedencia de muchas bombas lacrimógenas, y por consiguiente, sus efectos”, agregó.

El efecto residual

La investigadora explicó que los efectos de una bomba lacrimógena que no esté vencida caducan a los 30 minutos. “Sin embargo –comentó. He recibido información sobre personas que salieron a protestar a principios de mes y todavía tienen efectos secundarios como quemaduras y tos por haber inhalado el gas”.

La profesora recomienda que las personas afectadas por bombas lacrimógenas laven con jabón la ropa y las prendas que llevaban puestas, pues el polvo que expele el gas lacrimógeno se impregna. “Estar constantemente expuesto al gas lacrimógeno, puede ser dañino para la salud”, enfatizó.

“Luego de que lanzan una bomba lacrimógena, el polvillo que expele, puede durar hasta cinco días en la atmosfera y en la ropa. Las personas que son afectadas por este tipo de armas químicas, porque son armas químicas, prácticamente se convierten en bombas ambulantes”, sostuvo Kräuter.

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