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Más muertes por desnutrición en la Misión Negra Hipólita

El deceso de Héctor Jesús Bastidas Torres, de 38 años de edad, es apenas un indicio de lo que ocurre en los Centros de Atención Inicial del programa gubernamental destinado a socorrer a las personas que viven en situación de calle
Reporte Especial Proiuris
Erick S. González Caldea
Fotos: Alan Márquez 

Se supone que Héctor Jesús Bastidas Torres corría peligro de muerte mientras estaba en situación de calle. En febrero fue “rescatado” por funcionarios de la Misión Negra Hipólita e internado en el Centro de Atención Inicial Aquiles Nazoa. Pero en menos de cinco meses de “tratamiento” en el programa social destinado a atender a los venezolanos en condiciones de vulnerabilidad extrema, Bastidas Torres murió de hambre. En el acta de defunción de este hombre de 38 años de edad se registró  como la causa de su muerte “desnutrición calórica proteica”.

Durante el lapso de reclusión la familia de Bastidas Torres no pudo visitarlo. “No lo podíamos ver, ni siquiera en fotografías. Tampoco nos dejaban pasarle comida. Nos decían que en Negra Hipólita les garantizaban las tres comidas al día”, aseguró Yesenia Moreno, cuñada del fallecido, la mañana del 3 de julio, en la morgue de Bello Monte, una semana después del fallecimiento.

Bastidas Torres murió dentro de las instalaciones del Centro Aquiles Nazoa el 22 de junio. Los funcionarios responsables de preservar su integridad física y su vida no llamaron a los familiares para informarles sobre la muerte. Luego les dirían que no tenían sus números telefónicos.

El Centro de Atención Inicial Misión Negra Hipólita Aquiles Nazoa, lleva el nombre del reconocido periodista y escritor caraqueño, autor de un credo a través del cual proclama su confianza en “los poderes creadores del pueblo”. Está ubicado en Quinta Crespo, a una cuadra de la sede del Instituto Nacional de Nutrición (INN), desde donde se deberían diseñar y desarrollar eficaces políticas de seguridad alimentaria, con especial atención a los sectores de la población más empobrecidos.

La fachada es una larga pared blanca con una puerta y siete ventanas pintadas de verde y beige, seis de las cuales están clausuradas con rejas cuadriculadas. En el extremo izquierdo figura el rostro de la Negra Hipólita, la esclava que la historiografía identifica como nodriza del Libertador Simón Bolívar.

El espiral de alambre de púas en el borde superior del muro le dan aspecto de cárcel al lugar; al menos sugiere la intención de que no entre ningún extraño y, probablemente, de que nadie escape. Dentro, aproximadamente 140 hombres corren peligro de morir por hambre y malos tratos, como en las prisiones.

Una vista cenital permite descubrir la mitad de una cancha deportiva con un mural al fondo y una inscripción: “Tu amor es mi mayor refugio”. Allí se pueden ver siete hombres tirados en el piso. Desde lo alto también se observa un cobertizo negro, tan maltrecho que en cualquier momento se viene al suelo.

“Nunca llenamos formularios, tampoco nos pidieron número telefónico. Es más, no nos registraron”, sostuvo Moreno. Explicó que cuándo preguntaron por qué había muerto su cuñado, los funcionarios de la Misión Negra Hipólita les informaron que falleció por un infarto.

Para Maritza Landaeta, especialista en nutrición, hubo negligencia del Estado en el caso de Bastidas Torres, pues no se le garantizó la atención que requería. “Evidentemente hay negligencia por parte de las autoridades. Allí hay un descuido grave, porque si tenían deficiencias para alimentar a las personas internadas en ese establecimiento, han debido permitir que los familiares suministraran la comida, del mismo modo que sucede en otros centros asistenciales, como hospitales o en las prisiones. Claro, muere porque tenía hambre; muere por inanición”, indicó la experta.

Landaeta considera que lo más probable es que Bastidas Torres haya sufrido un proceso de deterioro extremo que le causó la muerte: “En este tipo de casos, el cuerpo comienza a consumir todas sus calorías y después pierde masa muscular. Si no recibe los nutrientes necesarios el organismo colapsa completamente y sobreviene la muerte”.

La especialista detalló que un adulto requiere un consumo mínimo de 2.200 calorías al día, además de macronutrientes, grasas buenas, proteínas y vitaminas. “Y si una persona viene con una condición delicada, por ejemplo, por el consumo de drogas, tiene mayores probabilidades de fallecer por la falta de alimento”, agregó.

La muerte de Bastidas Torres deja en entredicho la responsabilidad del Estado por no cumplir sus obligaciones para garantizar el derecho a la alimentación.

El Centro de Atención Inicial Aquiles Nazoa alberga a 140 hombres dentro de sus instalaciones. Según vecinos de la zona, los funcionarios los golpean constantemente | Foto: Alan Márquez 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) establece  que los Estados Partes del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales deben adoptar “las medidas legislativas necesarias para la efectividad del derecho a un nivel de vida adecuado, lo que incluye el derecho a una alimentación adecuada”.

En el informe de la FAO 2019, publicado en julio de este año, destaca que la subalimentación en Venezuela casi se cuadruplicó en seis años: de 6,4% en 2012-2014 a 21,2% en 2016-2018.

La emergencia humanitaria compleja en Venezuela mantiene al 48% de los hogares en condición de pobreza, según el informe Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI),  de 2018.

Sin embargo, las cifras de las personas en situación de calle, así como el número de ciudadanos atendidos por la Misión Negra Hipólita, no son de acceso público y, por lo tanto, inauditables por parte de la sociedad civil,

No es la primera vez

La muerte de Héctor Jesús Bastidas Torres no es la única registrada en un centro de Misión Negra Hipólita. Durante 2018, otros tres hombres incorporados al programa social fallecieron por desnutrición: Freddy Orlando Durán, de 26 años, Marcos José Gil Parra, de 52; y William Mendoza Mediavilla, de 34 años. Todos internados en la Comunidad Terapéutica Socialista San Bernandino.

La causa de muerte de Bastida evidencia que falleció por la falta de comida, a pesar de que el programa Negra Hipólita tiene como objetivo garantizar el derecho a la alimentación | Foto: Alán Márquez

Los familiares de Mendoza Mediavilla, fallecido el 12 de noviembre de 2018, formularon la denuncia públicamente: “Cuando lo visitamos en el refugio comenzamos a notar que estaba desnutrido. Además tenía signos de maltrato y presentaba quemaduras. Nos dijo que le lanzaron agua caliente cuando fue a buscar comida en la cocina”. Mendoza Mediavilla murió por desnutrición severa calórica, según revelaría semanas después el acta de defunción.

El registro oficial del fallecimiento de Gil Parra, en agosto de 2018 también indicaba la misma causa de muerte: desnutrición severa calórica. Y los familiares de Gil también recurrieron a la prensa para visibilizar las irregularidades: “La última vez que lo vimos, Marcos estaba muy delgado, débil y con la piel tan tostada por el sol que parecía una lámina resquebrajada. En el centro dejan a los internos permanecer mucho tiempo expuestos a los rayos solares, porque dicen que a ellos les gusta el sol”.

Golpes en vez de comida

El sueño de los residentes de los edificios Alejandría, Los Naranjos y Las Torres suele ser interrumpido por los gritos de las personas que están recluidas en el Centro de Atención Inicial Aquiles Nazoa. “¡No tenemos comida!”, “¡tenemos hambre!”, dicen que exclaman los hombres encerrados dentro de la instalación, que antes de 2006 era un colegio administrado por monjas.

“Ahí pasan mucho trabajo. Todas las noches están gritando porque no les dan comida. Además les pegan. Todos los días los están golpeando”, asegura uno de los vecinos de la residencia aledañas, quien prefirió no ser identificado por miedo a represalias.

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Desde los apartamentos más altos de los edificios aledaños se puede ver lo que ocurre en las áreas a cielo abierto del Centro Aquiles Nazoa. “Los golpean mucho. Siempre los están golpeando, cuando llegan y cuando se escapan. Los funcionarios son muy violentos, muchos hemos sido testigos de eso, pero no queremos señalar a nadie porque nos pueden hacer daño a nosotros”, explicó otra vecina de la zona.

La higiene dentro de la instalación no sería la mejor. “El olor a heces y orina impregna todo el ambiente”, señaló otro de los vecinos, que en una oportunidad pudo entrar al recinto. Coincidió con sus vecinos al describir la falta de servicios sanitarios para los hombres que se encuentran dentro de la institución. “Ellos tienen que hacer sus necesidades en una caja, todos lo hacen en el mismo lugar. Luego, cuando está llena, la sacan a rastras por la comunidad, dejando todo sucio, es muy asqueroso”, aseguró el vecino. 

El informante cuenta que todas las semanas llega un cargamento de comida, pero  que no podría asegurar que se usa para alimentar a los usuarios del programa Negra Hipólita. “Uno de ellos nos dijo que solo le daban agua de repollo en sopa”, comentó.

El equipo de Proiuris intentó realizar entrevistas dentro de la institución para verificar las denuncias hechas por los familiares, vecinos y ciudadanos que han estado en el Centro de SAtención Inicial Aquiles Nazoa. Sin embargo, los funcionarios encargados de la vigilancia ni siquiera permitieron establecer contacto con las autoridades. Pero sí se pudo verificar que a los familiares de los internos no se les permite ingresar comida al establecimiento.

Las personas recluidas en esa edificación ubicada en el centro de Caracas tienen prohibido salir. Los que intentan escapar pueden pagarlo caro. “Los tienen presos, si se escapan los muelen a golpes”, sostuvo uno de los vecinos.

Después de 13 años

La Comisión Presidencial para la Misión Negra Hipólita fue anunciada  el 14 de enero de 2006 por el fallecido presidente Hugo Chávez.  En esa oportunidad, Chávez destacó el propósito humanitario del programa y precisó que se ocuparía de “niños de la calle, indigentes, indígenas, mujeres embarazadas en situación de pobreza, de miseria; las personas con discapacidad extrema, discapacidades físicas, mentales”.

El 25 de septiembre de 2007 se autorizó la creación del organismo, que comenzaría a funcionar a través de Centros de Atención Inicial, adscritos a las alcaldías.

Es una fundación dependiente del Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno. Tiene como objetivo “desarrollar una política de Estado integral e integradora, contando con la participación protagónica del Poder Popular, para el diseño y aplicación de proyectos, planes y programas, dirigidos a erradicar la situación de calle, basados en los principios contemplados en la Constitución Bolivariana de la República”.

La Memoria y Cuenta 2015 del referido ministerio (la última divulgada) indica que 3.337 personas, la mayoría en situación de calle, fueron atendidos por la misión, en 27 comunidades terapéuticas socialistas. También se precisa que, para la fecha, existían 48 Centros de Atención Inicial.

140 personas en situación de calle están bajo la custodia del Estado, en un centro de atención con fallas estructurales | Foto: Alan Márquez

Según la página oficial de la Misión Negra Hipólita, en la actualidad existen 37 Centros de Atención Inicial, lo cual revela  una disminución del 22%; es decir, han cerrado 11 centros. Sin embargo, el sitio web no ofrece información sobre los recursos destinados a la atención de las personas en situación de calle, ni cuánto se destina a la alimentación de las que han sido “rescatadas”.

Al parecer, es probable que algunos de las personas recluidas en los Centros de Atención Iniciales hayan llegado y permanezcan allí en contra de su voluntad. En la Memoria y Cuenta 2015 también se mencionan procedimientos que sugieren un reclutamiento compulsivo: “Operativos de Captación Diurno-Nocturno, Jornadas Integrales de Plaza, Jornadas de Atención y Jornadas Especiales (Madrugonazo)”.

“Madrugonazos”

Las madrugadas en los alrededores de la plaza La Candelaria están signadas por  una incertidumbre que no deja dormir a los que sobreviven en las calles del centro de Caracas.

“Llegan en la madrugada. Buscan a los indigentes, los golpean y los obligan a montarse en unas camionetas tipo pick up. Son muy violentos. Luego te llevan a uno de los centros de Negra Hipólita, de donde no puedes salir”, recordó Marcos*, un hombre rehabilitado del consumo de drogas, que durante casi 15 años estuvo en varios establecimientos de la Misión Negra Hipólita.

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El hombre, delgado y de piel clara, detalló cómo era vivir en estos centros de atención, específicamente, en el Aquiles Nazoa. “Dentro hay como una especie de pranato. Los nuevos ingresos llegan y tienen que dormir a la intemperie. Además, dan muy poca comida. No era como antes”, sostuvo.

Explicó que al principio del programa, Negra Hipólita garantizaba comidas, higiene, atención médica y psiquiátrica. “Daban ropa, refugio, podías bañarte; tener un poco de estabilidad en lo que cabía. Claro, durante esos años, yo estaba en las drogas; un mundo que te consume por dentro, y no aprovechaba esas facilidades. Después, como desde hace 8 años, comenzó a decaer el programa. La comida comenzó a faltar, mientras que los golpes y maltratos aumentaban”, señaló.

En retrospectiva, Marcos considera que su experiencia dentro del Aquiles Nazoa fue traumática. Este sería el último centro de Negra Hipólita donde estuvo hasta optar por una recuperación espiritual en una montaña del estado Sucre, donde, relató, logró salir del mundo de las drogas. “El amor es la respuesta, no los golpes. En ese edificio nos daban  golpes, como si eso sirviera para sacarte de las drogas. ¡Qué mentira!”, expresó.

El trato cruel e inhumano que describió Marcos constituye una violación de los derechos humanos, específicamente del derecho a la integridad personal.

 “Antes, cuando estaba en la calle, veía al Negra Hipólita como una oportunidad de escape, como un refugio, a donde podía ir a pasar las noches y conseguir algo de comida. Ahora, con solo ver a los funcionarios el terror invade mi cuerpo. Muchos de mis conocidos, que aún viven en las calles, no quieren caer en el Negra Hipólita, porque estar allí es peor que estar preso”, concluyó.

*Nombre ficticio para proteger la integridad del informante.

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